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04 de marzo del 2020
La abundante evidencia científica demuestra hoy que el lavado de manos es la principal barrera para frenar el contagio de muchas enfermedades, como la que causa el coronavirus (COVID-19). Sin embargo, hace poco más de 170 años, lavarse las manos como medida de prevención no era una costumbre (menos entre los médicos) y la tasa de mortalidad por este motivo era muy alta
Varios años antes de que Louis Pasteur descubriera que las enfermedades infecciosas eran producidas por microorganismos, el médico húngaro Ignaz Semmelweis halló que lavarse las manos podía reducir las muertes por infección. Durante su desempeño como obstetra en el Hospital General de Viena se dio cuenta de que la mortalidad materna en la clínica que era atendida por parteras y sus aprendices era del 2%, mientras que en la que atendían médicos y estudiantes la cifra oscilaba entre el 10% y 20%. A la infección que aparece en la mujer en el tiempo posterior al parto se le llama fiebre puerperal
Semmelweis se dedicó a investigar y a cruzar información entre las dos clínicas del hospital. Ahí, se percató de que, por un lado, las parteras solo atendían a las gestantes; por otro lado, los estudiantes las atendían luego de disecar cadáveres, mientras que los médicos lo hacían tras practicar autopsias
Una prueba definitiva para el investigador fue ver que un colega falleció luego de cortarse mientras diseccionaba el cadáver de un niño. Los síntomas que experimentó fueron muy similares a los de las mujeres que sufrían fiebre puerperal. Entonces, sostuvo la existencia de una contaminación por partículas cadavéricas
En mayo de 1846 instaló un lavatorio en la entrada de la sala de partos de la clínica de los estudiantes y les pidió que se lavaran las manos antes y después de atender a las parturientas. La tasa de mortalidad materna descendió del 18,3% en abril de ese año al 1% en agosto
Filtro de defensa
Hoy sabemos que las infecciones se transmiten de varias formas: aéreas (como la varicela o la tuberculosis), por alimentos contaminados y por contacto
“El lavado de manos se recomienda para los contagios aéreos o por contacto, porque las manos se suelen contaminar y luego tocamos cosas o nos llevamos las manos a la cara”, explica a El Comercio el doctor Humberto Vásquez, infectólogo de la Clínica Internacional
El especialista explica que, aunque en las manos existen bacterias que viven allí y forman parte de nuestra flora natural, hay otras que son transitorias y que nos pueden hacer daño. “Sabemos que debemos lavarnos las manos, pero muchas veces no lo hacemos”
Vásquez agrega que, en zonas donde no hay agua, las personas deben reservar parte de la que usan para consumo y emplearla para las labores de aseo
Con respecto a la pertinencia de usar o no alcoholes en gel, el doctor Julio Cachay, infectólogo de la clínica Ricardo Palma, considera que son una herramienta complementaria
“Debemos lavarnos con agua y jabón sobre todo cuando nos vemos las manos sucias. Complementamos con alcoholes en gel para mantener las manos desinfectadas por un poco más de tiempo”
El experto nos recuerda que los gérmenes pueden sobrevivir por varias horas sobre las superficies, por lo que es importante el aseo, sobre todo, en lugares donde sabemos que puede haber gente enferma
Los expertos recuerdan que hay tres tipos de lavado de manos: el social, que realizamos todos en cualquier ocasión; el clínico, realizado por técnicos, enfermeras y médicos, que es mucho más detallado; y el quirúrgico, similar al clínico pero mucho más profundo, en el que se utiliza hasta cepillo de uñas y que es obligatorio antes de realizar cualquier cirugía
Dr. Julio Cachay
Infectólogo de la Clínica Ricardo Palma