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16 de noviembre del 2019
Cuando Francisco Lengua terminó el colegio, ya lo tenía decidido. Quería estudiar Ingeniería Física, una rama que se encarga de aplicar la teoría física a los procesos industriales. En un país con una industria tecnológica casi inexistente, esta parecía una decisión con escuálidas opciones laborales. “Pensé en postularme a Computación, pues los egresados parecían gozar de mayor demanda laboral. Pero pensar que no estudiaría más física ni llevaría mecánica clásica o cuántica me detuvo”, cuenta
Después de meditarlo, su padre respaldó la decisión y le brindó su apoyo. “Forzar a que tu hijo estudie una carrera por dinero me parece un error. Si lo que quiere el chico es ganar dinero, lo mejor es que estudie algo con ese objetivo. Pero si no, debe enfocarse en lo que le gusta y esforzarse por ser realmente bueno en eso”, explica Christian Lengua
Los padres – en su anhelo de proteger a sus hijos – desean brindarles una educación que les asegure bienestar económico luego de graduarse. Según el portal Ponte en Carrera, las carrearas universitarias más comunes son las que tienen los índices más altos de empleabilidad. Programas como Administración de Empresas, tienen un 12, 2% de egresados trabajando y ganando en promedio S/ 2,675; Contabilidad y Finanzas, un 10,6% ganando en promedio S/ 2,391; y Derecho, 7% de egresados trabajando y ganando en promedio S/ 2,577. En cambio, carreras como Ciencias Naturales y Exactas un 3.5% de jóvenes egresados trabajando, Educación 2.8%; Agropecuaria y Veterinaria 2.1% mientras que Humanidades y Arte tienen un 1.4%
Para Luis Carlos Valdez Espinoza, director de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes, existe un marcado estereotipo en contra de carreras relativas a las artes, humanidades y ciencias puras como actividades que no otorgan ventajosos resultados económicos. “Los estándares de educación han estado ligados a la matemática y al lenguaje como indicadores de un buen desarrollo académico en la educación básica. Eso se vio reforzado en los años 90 con colegios preuniversitarios que promovían este tipo de aprendizaje”, señala. Y esto, advierte, no considera que el éxito profesional depende del desempeño de cada persona y no de la carrera en sí
Vocación y Frustración
Valdez Espinoza observa que la presión social y familiar es alta, lo cual hace que gente con mucha perspectiva abandone la carrera de Arte. Sin embargo, señala que la vocación es muy fuerte. “Con mucha recurrencia tenemos personas que llegan a jubiladas o en sus 40 o 50 años, ya que no han logrado una realización personal y profesional, y quieren cumplir su vocación artística”
Para Mary Castro Ataurima, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, seguir una carrera que no es la que el estudiante desea, puede generar síntomas de ansiedad y de depresión que se pueden ir agudizando con el tiempo. Incluso pueden causar pánico por un futuro incierto. “Esto también puede tener efectos como caída de cabello, dolores de cabeza, palpitaciones, sudoración palmar, problemas al dormir, conductas oposicionistas y poca tolerancia a la frustración, entre otros síntomas”. En este sentido, la especialista remarca la importancia de dialogar con los adolescentes para comprender mejor su decisión y cuál es su proyecto de vida; además de expresar las preocupaciones que puedan tener los padres de manera asertiva
En una conferencia dirigida a jóvenes estudiantes, el escritor español Jordi Sierra i Fabra compartió con la audiencia las dificultades de su profesión, a la que sus padres y maestros consideraban más un “hobbie” que un proyecto de vida. Al concluir, les dijo: “No hay trabajo que nos asegure la vida. Lo único que nos asegura la vida es tener la mente abierta, el corazón abierto, el estómago resistente y leer; ¡absorber la vida como esponjas!”. Por eso, si la vocación y el talento de su hijo se orientan a una carrera que usted considera que no paga, anímelo a que se muera de hambre; pero hambre de éxito, para que se coma el mundo
Lcda. Mary Castro
Psicóloga de la Clínica Ricardo Palma